viernes, 26 de febrero de 2010

“AVATAR”: Avatares para definir la propiedad



La ficción futurista de James Cameron, director y guionista de Avatar, repite un argumento que ha tomado miles de formas en la historia del cine: la contraposición del débil, natural, ambientalista, místico, espiritual y desinteresado, representando el bien, frente al fuerte, empresarial, capitalista, rico, materialista e interesado, representante del mal. La creación de un universo imaginario (idioma extraterrestre incluido), y el impresionante ropaje visual y tecnológico con el que se ha vestido el relato, no cambia la esencia de los personajes y la base de la trama. La batalla es desigual. El abuso genera la indignación del espectador, que sufre con impotencia los resultados iniciales de la lucha entre el grande y el pequeño, y alimenta un deseo de venganza y revancha que espera llegue a satisfacerse con la victoria de los débiles.

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Los días posteriores al estreno de la megaproducción que logró recabar en muy poco tiempo lo que ninguna otra película en la historia , en algunos medios informativos electrónicos e impresos, siguiendo la información del portal de CNN, apareció la noticia de que Avatar generaba depresión en sus fans, al parecer algunos seguidores de James Cameron, sufrieron estados bajos anímicos, al grado de desear el suicidio, estados generados a partir del anhelo de vivir en aquél mundo ideal construido a través de computadoras y algunos paisajes reales del Perú. Aquél planeta llamado Pandora, es en la película, un lugar donde los habitantes del mismo, se encuentran en permanente contacto con la naturaleza, y no sólo contacto físico sino también psíquico (tal vez espiritual), al parecer un mineral que se halla en el planeta (unobtainium) permite a sus habitantes los Na’vi estar interconectados, pero también con un sinfín de recuerdos que se almacenan en la superficie y en los árboles que se nutren de ella, como se menciona en la misma película: “como una especie de gran red psíquica”. Para los habitantes de este planeta la explicación se encuentra en razones más bien espirituales, la diosa Eywa vela por todos los seres vivos, algo que no ha gustado mucho a los medios de comunicación católicos por considerarlo una promoción de corrientes new age que ponen a la naturaleza como un dios.

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